El descubrimiento, publicado en la revista Communications Earth & Environment, revela que hace 112 millones de años había un bosque tropical húmedo con helechos, cicas y plantas angiospermas, y describe un escenario único para conocer la rica biodiversidad y los ecosistemas cretácicos en el hemisferio sur, poco estudiados hasta ahora en el registro del ámbar fósil.
El ámbar proviene de un entorno fluvial-lacustre en el yacimiento de la cantera Genoveva (en la región de Tena, en la zona amazónica). Los árboles productores de resina probablemente eran coníferas araucariáceas, según los análisis geoquímicos y palinológicos. «Todo indica que el antiguo ecosistema era boscoso, húmedo y diverso, y presenta la asociación más antigua de hojas de angiospermas conocida en el noroeste de Sudamérica», detalló Delclòs, miembro del Departamento de Dinámica de la Tierra y del Océano de la UB.
El trabajo perfila un nuevo marco de referencia para conocer los ecosistemas ecuatoriales durante el Cretácico y las relaciones biogeográficas de sus componentes cuando los continentes modernos se separaron del supercontinente Gondwana.
Un bosque denso y húmedo con árboles productores de resina #
En el estudio se analizaron 60 muestras de ámbar que han permitido identificar 21 bioinclusiones, con representantes de cinco órdenes de insectos, incluyendo dípteros (moscas), coleópteros (escarabajos) e himenópteros (hormigas y avispas), además de un fragmento de telaraña. No se han encontrado restos vegetales dentro del ámbar, pero se ha identificado una amplia variedad de fósiles de plantas en las muestras de roca, incluyendo esporas, polen y hojas.
El equipo analizó muestras de ámbar y de la roca circundante de la cantera Genoveva en Ecuador y ha identificado dos tipos diferentes de ámbar: uno formado bajo tierra alrededor de las raíces de las plantas productoras de resina (sin inclusiones) y otro que se formó cuando la resina quedó expuesta al aire (con inclusiones).
Las características de las bioinclusiones y los fósiles circundantes sugieren que el ámbar se formó en un entorno forestal denso y húmedo, dominado por árboles productores de resina.
«Se han encontrado, sobre todo, dípteros quironómidos y ceratopogónidos, así como colémbolos, coleópteros, himenópteros, tricópteros, hemípteros y un fragmento de telaraña. Los insectos denotan la presencia de cuerpos de agua dulce y un bosque tropical húmedo en el que destaca la presencia de familias raras, como las avispas †Stigmaphronidae», manifestó Enrique Peñalver, investigador del IGME en Valencia.
En tanto, Carlos Jaramillo, del Instituto Smithsoniano, detalló que «el polen y los macrofósiles identificados en las rocas que contenían el ámbar revelan un bosque con pteridófitos (helechos y afines), coníferas araucariáceas y queirolepidiáceas, cicas y angiospermas tempranas», y completó que «también se han detectado hongos epifitos sobre las hojas fósiles y hongos resinícolas».
Estas características contrastan con las condiciones áridas observadas en otros yacimientos sudamericanos de la misma edad, como la formación Crato, en el margen oriental de Sudamérica. En este caso, no se ha encontrado ninguna evidencia de incendios, a diferencia de muchos yacimientos de ámbar coetáneos del hemisferio norte, probablemente por su elevada humedad ambiental.
Los expertos subrayaron que el descubrimiento de este yacimiento de ámbar es de gran relevancia científica para futuros estudios de este periodo. «Futuras excavaciones podrían ayudar a conectar la biodiversidad sudamericana con otras regiones de Gondwana, como la Antártida, Australia y Sudáfrica, donde también se ha encontrado ámbar cretácico», concluyó Mónica Solórzano Kraemer, del** Museo Senckenberg**.
Cita #
- El artículo Cretaceous amber of Ecuador unveils new insights into South America’s Gondwanan forests (El ámbar cretácico de Ecuador revela nuevos conocimientos sobre los bosques gondwananos de América del Sur) fue publicado en la revista Communications Earth & Environment.
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